20 diciembre, 2010
CASAS HECHAS A FUERZA DE VOLUNTAD
Unas 220 personas intervinieron en la construcción
de 14 viviendas en la parroquia Quingeo.
PHOTO: Kellie Griffith, Taylor Stabler y Julianne Rosewarne, voluntarias de Nueva York, ayudaban a Rosa Fernández a cocinar el mote para el almuerzo. (AZD)
Ayer, cuando eran las 09h00, el sol apenas empezaba a sobreponerse ante las sombras de la mañana y con él subía el entusiasmo de los 12 voluntarios de la cuadrilla 11, quienes al mando de Santiago Pallaroso, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad del Azuay, UDAFE, tenían la responsabilidad de construir la casa de Carmen Coraizaca y su familia, en la comunidad de Cochapamba Grande, parroquia de Quingeo.
“He rezado tanto y creo que Dios me escuchó, me quedé endeudada y con siete hijos, me quería morir pero se apareció una persona y me dijo que tenga fe y entonces me recuperé. Derepente aparecieron estas personas tan buenas y voy a tener una hermosa Navidad, una casa nueva”, fueron las expresiones de Carmen Coraizaca.
Una de las primeras tareas del día fue trasladar el material, las paredes, ventanas, pisos, techo y otros, desde la vía hasta e lugar de construcción. El viernes habían trabajado en el cavado de los huecos donde había de ubicarse los pilares de madera que soportan la estructura de la edificación.
A las 11h00 empezó la colocación del piso. “Hemos pasado lo más duro, cimentar la casa es lo más difícil, el resto ya es sólo es clavar y clavar, creo que hasta las 22h00 estaremos de regreso en Cuenca”, expresó Pallaroso.
Se habían constituido 14 grupos que sumaban en total unas 220 personas, cada uno responsable de hacer una casa, dentro del programa “Un Techo Para Mi País”, que lleva adelante una organización no gubernamental, presente en 18 países, cuya filosofía es portar para erradicar la pobreza extrema.
Lo favorecidos se escogieron luego de un censo y análisis, se inició en Quingeo porque las referencias determinaron que en esta parroquia del cantón Cuenca, había alto grado de pobreza, al inicio eran 16 casas, pero luego quedaron en 14, la una familia salió porque se determinó que la dueña no vivía en el lugar y no necesitaba realmente, la otra por no tener terreno propio. Un segundo grupo de construcciones se ejecutará en febrero, no sé si aquí mismo o en Molletuto, dijo el dirigente estudiantil.
Con sus manos empapadas en lodo luego de ayudar a cargar los materiales, Francis Zúniga, de El Salvador, escribía su nombre y el de sus dos compañeras estadounidenses, mientras hablaba de su satisfacción por estar en Quingeo.
“Es una experiencia maravillosa saber que somos capaces de poder ayudar a gente que realmente lo necesita como Carmen”, dijo Zúniga.
La mujer quingeña beneficiaria, viuda y madre de 7 hijos, vivía hasta ahora con 5 de sus vástagos en una casa de un cuarto, con hendijas por todo lado, pues sus ingresos que obtiene lavando ropa ajena, y arreglando casas y jardines, no le han permitido mejorar su vivienda.
EL PROGRAMA
El programa “Un Techo Para Mi País”, se financia con la solidaridad de la gente, los voluntarios en su mayoría son jóvenes estudiantes, aunque también hay algunos adultos que se han sumado, como Alberto Maldonado, empleado de la UDA, quien pidió que ser tomado en cuenta y puso en práctica sus conocimientos de carpintería.
En Estados Unidos, los estudiantes hicieron varias actividades como vender dulces para sacar fondos, en Cuenca se hicieron colectas por parte de la UDAFE, consiguiendo una recolección que superó los 13.000 dólares. Los materiales de la casa pre fabricada cuestan 1.600 dólares cada una, sin contar con la mano de obra que corre por cuenta de los voluntarios, el beneficiario paga una contraparte de 120 dólares.
LA COCINA
Otras dos cuadrillas trabajaron en el barrio El Cementerio, al igual que otros equipos de trabajo, allí estaban cuencanos, lojanos, quiteños y extranjeros, todos voluntarios, decididos a contribuir con quienes menos tienen.
Taylor Stabler, Julianne Rosewarne, y Kellie Griffith, del De Wagner College de Nueva York, ayudaron en la cocina a Rosa Fernández, otra beneficiaria del programa. Arroz, una porción de atún y otra de mote, fue el menú para el almuerzo. Los voluntarios estadounidenses pertenecen a la fundación Habitat For Humanity.
La anciana Rosa, permanecía con sus enseres en una covacha de madera, cubierta con zinc y paredes de plástico. “Estoy muy contenta y agradecida, estos pobres jóvenes cómo trabajan, espero que terminen pronto la casita porque ya viene el invierno y no tenemos a donde más refugiarnos, yo estuve en una casas de unos parientes vecinos pero ahora ya no”, expresó.